miércoles, 23 de abril de 2014

Mi papá escribió este poema hace más de diez años. Me lo sé casi de memoria y hoy, por fin, lo transcribí.



Hoy desperté como todos los días.
No ha amanecido,
es fin de quincena,
el gas está por acabarse,
tengo el trabajo más odiado del mundo
y la única certeza que tengo
es que hoy alguien va a gritarme.

Me meto a bañar
y me rasuro.
Me corto la cara con el rastrillo.
Soy la prueba de que todo
siempre puede salir peor.

Pero nada importa.
Ni el trabajo, ni el dinero, ni el gas.
Ni siquiera importa que mi equipo
ande de capa caída
y que no haya ganado un campeonato
en tantos años que ya me pesan.
Porque hoy me corté la cara con el rastrillo
y me di cuenta de que mi sangre sigue siendo Azul.




1 comentario:

Darinka Rodríguez dijo...

Menos mal, era sangre azulada y no atole.