Los hombres mustios
tienen de pasos colmada
la avenida del desvelo.
Su andar gravita en
blandengues miembros,
ínfimas sombras,
son manantial de pena
lavando el pavimento.
bañan los lunes
de las secretarias,
brisan las albas
de los colegiales.
Marchan pausado,
naufragan insolentes
en la benevolencia
del tiempo.
Y son sus sombras
paquidermos sosegados
vertiendo desgana
en las avenidas.
II
Diez peéme.
Los edificios vomitan
restos de hombre mutilado.
Comienza la marcha nocturna
de redención: el individuo
cava con sus pasos insomnes
la vereda a casa.
Trinchera del hombre
-que a veces lobo-
sosiega el hastío en caldera.
III
Los hombres mustios
viven en cacería constante,
insalubre.
Sus batallas cuerpo a cuerpo
son con la tiranía
de la costumbre,
y el reinado de las
imposibilidades.
Sueñan, pero aún sus
sueños son profundamente
lánguidos.
Y se desdibujan con la
misma precisión
que su voz hueca resuena
en ninguna parte.
IV
Los hombres mustios
tienen de pasos colmada
la avenida del desvelo.
Su andar gravita en
blandengues miembros,
ínfimas sombras,
son manantial de pena
lavando el pavimento.